Cuando miramos los datos que tiene la Universidad nos damos cuenta que está ampliamente feminizada. Las mujeres estudiantes, egresadas y funcionarias no docentes, representan alrededor del 65% de estas poblaciones y tenemos el 54,7% de los cargos docentes. Las personas docentes que se identifican con una identidad de género por fuera del binarismo mujer o varón son sólo el 0,8%. Sin embargo, en los espacios de decisión las mujeres y las disidencias sexo-genéricas son minoría. Es decir, el poder de decidir sobre la distribución de los recursos, la aprobación de normativa que determina las “reglas de juego”, la creación de institucionalidad, etcétera, no se ejerce de manera equitativa.
Actualmente sólo un 25% de quienes ocupan decanatos son mujeres. Este panorama es aún más desalentador cuando se considera a los decanos de facultades con voto en el Consejo Directivo Central (CDC) -por la normativa no todos los servicios tienen esta potestad, algunos/as decanos/a tienen voz pero no voto-, de 10 decanos/as con voto solo una es mujer. Esta representación desigual se mantiene entre los representantes de los órdenes: hay una sola mujer en cada una de las ternas de titulares que representan a cada orden en el CDC. La participación de las mujeres en estos espacios no es proporcional a su participación en estas poblaciones. Y en el caso del funcionariado TAS, en el que las mujeres ocupan casi un 90% de los cargos en la categoría profesional, de acuerdo a la ley orgánica no tienen representación.
En lo que respecta a las docentes encontramos algunos datos que expresan esas desigualdades. En la Udelar las mujeres ocupan el 55% de los cargos docentes y casi el 60% de los cargos docentes grado 1 y 2. Pero esta participación desciende progresivamente en los grados superiores de la escala docente, siendo solo el 34% en los cargos grado 5. Esta distribución es reflejo de las barreras que hay que enfrentar para ascender en la carrera docente, que se traducen en una segregación vertical en donde las mujeres no acceden a los puestos de mayor jerarquía, salario y autonomía. Existe un “techo de cristal” para sus carreras académicas, también en la Udelar.
El techo de cristal nos permite ver los pisos superiores, pero no alcanzarlos.
Si bien no existen barreras formales para el ascenso en la carrera, hay mecanismos reproductores del orden de género que están implícitos. La Udelar es una institución altamente jerarquizada, que se sostiene sobre un sistema meritocrático pensado por y para varones, las escasas posibilidades para compatibilizar las tareas de cuidado y la vida científica, la violencia y el acoso presente en la institución, impiden a las mujeres avanzar en sus carreras.
También es importante tener en cuenta que la discriminación no solo se da por razones de género. Las desigualdad también está presente en la ascendencia étnico racial, el 82% de quienes estudiaban una carrera de grado en la institución en 2022, indicaron que su principal ascendencia étnico racial es blanca, el 5% afro o negra, el 4% indigena y el 1% asiática o amarilla, los demás no indicaron su ascendencia. Así mismo, únicamente el 3,7% de quienes ocupan cargos docentes indica como su ascendencia étnica principal una ascendencia diferente a la blanca. Las mujeres afro son solo el 1,4% de las mujeres docentes de la Udelar y las con ascendencia indigena el 2,4%.
Si consideramos que a fines de los años ochenta la feminización de la matrícula de grado ya era cercana al 60%, amerita preguntarnos ¿a casi cuarenta años, la mayor profesionalización de las mujeres que de los varones no debería verse reflejada en los grados superiores de la escala docente y en los organismos de toma de decisiones?
Desde el CEIFEem apostamos a seguir desafiando las desigualdades de género como colectivo, reconociendo y deconstruyendo las prácticas patriarcales, racistas y discriminatorias que atraviesan nuestra academia; reflexionando sobre los privilegios de quienes encarnamos identidades hegemónicas, transformando nuestras lógicas de convivencia desde la empatía y el respeto hacia todas las diversidades. Trabajamos a diario para crear espacios más acogedores, que brinden condiciones para sostener nuestros tránsitos con equidad, fomentando el respeto por la pluralidad de existencias, corporalidades y experiencias de quienes habitamos la Udelar. Denunciar y revertir las desigualdades tiene que ser un compromiso de nuestra comunidad.